29 de febrero de 2016

SINGULARIDADES 1: La Singularidad Tecnológica

Imagen vía @TamaraMcCleary

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El término Singularidad Tecnológica, o Singularidad a secas, se hizo conocido en la ciencia ficción de la mano de Vernor Vinge en el año 1984. De entonces a hoy, su difusión ha crecido y su definición ampliado, siendo referencia no solo para autores y lectores de Ciencia Ficción, sino para corrientes filosóficas como el Futurismo Transhumanismo.

Ambas todavía se desarrollan en grupos minoritarios, pero esto parece a punto de cambiar.

Otros autores propagan el concepto hacia el gran público, para quien lo tecnológico hoy es la gran moda. Puede pensarse que el entorno general está casi preparado para que el tema se popularice. Para los fans de la Singularidad, incluso todo esto es prueba de que el momento está llegando.
Pero ¿a qué se refieren en concreto con Singularidad? ¿En qué nos puede afectar? ¿Es algo para el Futuro o nos tocará a nosotros? ¿Es una o son varias?


En matemáticas, groseramente hablando, tenemos una singularidad cuando una función converge hacia valores infinitos, como es el caso de las funciones exponenciales o hiperbólicas. Para los físicos que estudian los agujeros negros, una singularidad gravitacional es un punto o estado donde las funciones matemáticas que lo describen también tienden a infinito, al grado en que no se puede determinar ni predecir su estado a futuro, porque las propias reglas y leyes de la física dejan de ser válidas.

Para Vernor Vinge, lo que conocemos como desarrollo tecnológico sigue una curva de tipo exponencial. En particular si observamos al desarrollo de la electrónica, la computación y las tecnologías de manejo de información. Cada uno de estos campos influye sobre el otro de forma tal que su desarrollo se realimenta, con lo que el ritmo de crecimiento aumenta y esto se manifiesta con más pendiente en la curva: la proyección tiende a infinito.

Además, como estamos hablando de tecnología, que es algo que afecta cada actividad de la vida y cultura humanas de maneras que no solo las potencian sino que también las modifican, imaginar una “tecnología infinita” implica una indeterminación: no se puede definir ese estado y mucho menos lo que vendrá después. Por esta razón, en analogía con los casos de matemática y física dados más arriba, a este punto o momento se lo conoce como Singularidad Tecnológica.
Raymond Kurzweil profundiza más en esta idea y señala que los incrementos de desarrollo tecnológico pueden considerarse como incremento de la inteligencia. Cada día incrementamos nuestra información, cada día la procesamos más velozmente, cada día la hacemos circular más. Todos esos procesos influyen y disparan desarrollos que antes eran impensados, desarrollos que magnifican y potencian a su vez todo el proceso, pero por sobre todo lo aceleran.
Esta aceleración implica que lo que para nuestros abuelos eran avances de una década a otra, para nuestros padres fueron cuestión de años, y para nosotros de meses. Aquí podemos dar como ejemplo el desarrollo de la computación personal, pero para el gran público se ve en particular en el desarrollo de internet, los celulares y todo lo relacionado a las comunicaciones.
Observando esto y sumando los desarrollos en las universidades y centros de investigación, Kurzweil desarrolló su Ley de Rendimientos Acelerados, que podemos enunciar así:

La tecnología mas inteligencia, produce más tecnología con más inteligencia en tiempos cada vez más cortos.


Esto permite a Kurzweil, en obras como La Era de las Máquinas Espirituales o La Singularidad está cerca, hacer proyecciones y predicciones acerca de lo que nos espera a medida que nos acerquemos a la Singularidad. Para él, ninguna de esas proyecciones es fantasía, la única variable es cuánto tardarán en llegar: según su Ley de Rendimientos Acelerados no importa qué tan complejo y difícil sea un desafío, una vez encarado su resolución avanza en forma exponencial. Un ejemplo que ofrece es la descripción del genoma humano, tarea que comenzó en la década de 1990 y que en principio se planteó culminaría a mediados de este siglo, pero que terminó resolviéndose en 2003, posibilitando además muchas otras investigaciones más ambiciosas.

¿Qué espera Kurzweil de la Singularidad?
Ante todo, lo que llama superinteligencia, una inteligencia con capacidad superior a la humana: más veloz, más abarcativa, con mayor capacidad de relacionar y con conclusiones más complejas. Concepto resumido en la idea de máquinas inteligentes y/o superinteligentes.
Estas máquinas estarían presentes en todo, en cualquier parte, incluso integradas a nosotros moviéndose en tamaño microscópico por nuestro torrente sanguíneo.
Esta relación con entidades de tamaña potencia y capacidad nos permitirían incrementar a grados insospechados nuestras propias capacidades, pudiendo resolver de maneras hoy impensadas todos nuestros problemas, sin importar su dificultad. Conceptos como la telepatía, o comunicación instantánea mente-a-mente con ideas perfectamente claras sin malinterpretaciones son tranquilamente considerados, así como la posibilidad de aprovechar la energía disponible en todo proceso, el fin de todas nuestras limitaciones energéticas.
Pero en particular, Kurzweil señala el impacto de la superinteligencia en la comprensión, contención y luego solución de las enfermedades comunes y terminales, del envejecimiento, y la estremecedora posibilidad (para él, completamente plausible) de la inmortalidad.
Resumiendo, en la Singularidad seremos (al menos) semidioses, o estaremos acostumbrados a convivir con ellos, en formas y actividades que aún no existen ni podemos imaginar. Todo en un entorno sin límites, donde cualquier cosa es posible, donde el único freno a nuestro deseo es la paciencia impuesta por la Ley de Rendimientos Acelerados, una paciencia cada vez más soportable pues los tiempos irán tendiendo a cero.

¿Y qué tan próxima es esta Singularidad? Según Kurzweil, estaremos entrando en ella alrededor del 2030, en apenas veinte años. 
O sea: tanto vos que leés estas líneas como quien las escribió, y quienes te rodean (incluso padres y abuelos), con un poco de suerte, no solo llegarán a ver este proceso sino que formarán parte de él, lo quieran o no.

Para los pensadores del movimiento llamado Futurismo, al cual pertenece Kurzweil, la Singularidad Tecnológica es un evento inevitable que arrastrará todo lo que conocemos hacia un más allá absolutamente venturoso. Una corriente filosófica denominada Transhumanismo toma en esencia esto como base, analizando, planteando y promoviendo una “humanidad transhumana”, vale decir una especie de Humanidad 2.0 con mejoras y avances en diversas formas sobre todo aspecto imaginable: más inteligente, más hábil, sin enfermedades, enormemente longeva o inmortal.
Obviamente esta visión inmensa tiene su grupo de detractores y de escépticos, cuyos argumentos no vienen al caso ahora, salvo uno: que esta visión peca de simplista y poco desarrollada. Cosa que veremos a continuación, basados en la hipótesis de que viviremos la Singularidad Tecnológica, pero además, y por lo menos, viviremos otras tres.


>>> SINGULARIDADES 2: La Singularidad Humana


1 comentario:

  1. En este texto de Lem del libro Fiasco se describe la singularidad y muestra que es la cota máxima de la ventana en la cuál dos civilizaciones de planetas diferentes podrían comunicarse. Si bien el libro fue publicado recién en 1986 su escritura es anterior y no pude ubicar su fecha, pero sin duda más de una persona predijo la existencia de un punto singular en la historia evolutiva de las civilizaciones.

    " Los conservadores de la vía principal guardarían silencio: eso era evidente.
    Para los bióticamente no conservadores había muchas soluciones. Las decisiones de autoevolucionar, una vez tomadas, generalmente eran irreversibles. De ahí la gran divergencia entre los psicozoólogos más viejos. Ortega, Nilssen y Tomic introdujeron el concepto de «una ventana de contacto». Ésta era el intervalo de tiempo en el cual los seres inteligentes ya habían alcanzado un alto nivel de ciencia aplicada, pero todavía no había comenzado a cambiar la inteligencia natural que habían recibido, la correspondiente al cerebro humano. La «ventana de contacto» era, cósmicamente, un momento. Desde la antorcha de resina a la lámpara de aceite pasaron dieciséis mil años; desde esa lámpara al láser, cien años. La información necesaria para dar el paso de la antorcha al láser era del mismo orden que la información necesaria para pasar del descubrimiento del código genético a la manipulación de ese código en una industria posatómica. El aumento de conocimientos era, en la fase de la «ventana de contacto», exponencial y, hacia el final de la fase, hiperbólico. El intervalo de cualquier contacto significativo era, como mínimo, de mil años terrestres; idealmente, entre mil ochocientos y dos mil quinientos años. Fuera de la ventana, entre las civilizaciones inmaduras o demasiado maduras, reinaba el silencio. A las inmaduras les faltaba el poder para comunicarse, mientras que las que estaban demasiado maduras se aislaban o, de lo contrario, formaban grupos que se comunicaban entre sí por medios más veloces que la luz."

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