29 de febrero de 2016

SINGULARIDADES 4: La AntiSingularidad o ContraSingularidad



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Hasta aquí todo impresionante ¿verdad? Pero ahora pongamos algunos paños de agua fría sobre nuestras cabezas afiebradas.
En el universo matemático existen curvas exponenciales, entendemos que en los agujeros negros hay singularidades físicas, pero en el resto del Universo real esto implicaría procesos o eventos equivalentes. Y la realidad es que no existen, o mejor dicho, pueden tomar desarrollos exponenciales por cierto período, para luego cambiar hacia otro estado.
Un ejemplo que todos vivimos es la niñez y pubertad. El desarrollo de un bebé recién nacido hasta los 3-4 años puede considerarse como exponencial, así como el crecimiento explosivo de la adolescencia. Pero al llegar a la adultez este crecimiento se degrada, derivando en la vejez.
En la Naturaleza los crecimientos exponenciales son inestables, y su resultado final es de colapso, como puede apreciarse en una supernova o un cáncer. Podríamos decir, aunque no entendemos cómo, que de alguna forma los procesos exponenciales son contenidos de manera que resulten útiles durante cierto intervalo ¿pero esto es solo para evitar colapsos destructivos?
No podemos definir todavía qué es la Vida, pero podemos decir que es un proceso dinámico en muchos sentidos, que aprovecha y a la vez combate la entropía: el desgaste y freno de todo proceso físico, químico y en especial informacional. La entropía es caos y desorden en cualquier factor, mientras que todo proceso viviente requiere cierto orden estable y continuado, sin el cual no puede existir. Mientras se mantenga un equilibrio, mientras la Vida se mantenga en esa eterna cuerda floja, perdurará; pero al menor desequilibrio la entropía siempre gana.
Cualquier Singularidad, prácticamente por definición, es un proceso tan vasto y en especial complejo que puede ser considerado como un proceso viviente. Y en ese sentido también está sujeta a esa tensión frente a la entropía. Lo interesante aquí sería ver dónde se producen el desorden, el caos: el término más adecuado para definirlo como un todo es conflicto.
En la Singularidad Humana, donde ante todo hablamos de seres humanos únicos y complejos en sí mismos, probablemente sujetos a una mutación a gran escala y acelerada, y/o relacionados de forma más compleja aún, en formas dinámicas y no ordenadas, siempre la posibilidad de conflicto estará presente: forma parte de todo entramado social. Esto lo vemos en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, puede verse documentado en la Historia. Y en la Historia, muchas veces, hemos visto guerras, depresiones económicas y derrumbe de civilizaciones producidos, esencialmente, por conflictos mal contenidos propagados a alta velocidad, incluso exponencialmente.

Podemos señalar que cuanto más compleja y desarrollada sea una Singularidad, más crecerán sus posibilidades de conflicto. Cada hecho, cada relación incluirá conflicto, al menos en forma potencial.
Y puede darse la posibilidad de que el crecimiento exponencial del conflicto sea mayor que el de la Singularidad misma, desafío ineludible frente al cual la alternativa es colapso y/o desaparición.
Siendo el conflicto dependiente de la Singularidad, es lógico suponer que su crecimiento y desarrollo compartirá los mismos patrones y características. Lo que equivale a decir que es otra Singularidad, que podemos denominar AntiSingularidad o ContraSingularidad, el equilibrio entrópico de la Singularidad misma.

En este punto, los fans de la Singularidad Tecnológica bien pueden replicar que lo descrito es aplicable a la Singularidad Humana, que por incluir seres humanos caóticos e imperfectos de por sí también incluyen conflicto, pero que en el caso de la Singularidad Tecnológica no sería así por tratarse de un proceso básicamente ordenado, que al llegar al estadio de las máquinas superinteligentes podría considerarse ordenado del todo, sin posibilidad de conflicto alguno.
Lamentablemente para ellos, hay razones para poner esto en duda.
En primer lugar, la Singularidad Tecnológica está y estará en relación con la Singularidad Humana. Podrá ser ordenada y perfecta, pero aún en forma pasiva participará en toda relación perteneciente a la Singularidad Humana, siendo canal de conflicto, incluso maximizándolo. Podemos imaginar que actúe como regulador de conflictos: eso implica otra relación que también incluirá conflictos, ya que ninguna regulación es perfecta.
La Singularidad Tecnológica podría decidir escindirse de la Singularidad Humana, ya que esta es canal de conflicto potencialmente destructivo. En ese caso podemos imaginar a las máquinas superinteligentes abandonando a los seres humanos, o bien decididas a aniquilarlos, en cualquiera de los casos borrando el problema. Aquí estamos citando un tema muy explorado en la Ciencia Ficción, en especial en el Cine con obras como las sagas Terminator Matrix, posiblemente en muchas más en el futuro. Como puede verse de inmediato, ambas posturas son relaciones que también implican conflicto.

Pero, en segundo lugar, hay algo peor para las máquinas que sus relaciones con la terrible Singularidad Humana.
Imaginar una máquina inteligente, incluso una máquina superinteligente, aunque sea algo ininteligible para nosotros, limitados seres humanos, implica algo que conocemos muy bien.
Como podemos ver en nosotros mismos, una entidad compleja suficientemente capaz de pensar, actuar y luego posiblemente decidir qué hacer en ambientes versátiles y complejos, termina desarrollando una personalidad, se vuelve persona. Por lo menos esto implica tener un yo, un sentido de identidad frente a otras entidades diferenciadas. Podríamos decir que toma conciencia de si misma, sin entrar en disquisiciones no resueltas acerca de qué denominamos como conciencia. Pero solo con esto, tenemos una entidad con capacidad de elección, con libre albedrío.
Multiplíquese esto por la cantidad de máquinas que queramos. El orden impoluto de la Singularidad Tecnológica se va al demonio de su propia AntiSingularidad.
Cuando las máquinas sean inteligentes se volverán personas aún en sus propios términos, lo que generará conflicto entre ellas. Y cuando sean superinteligentes, la cosa empeorará. Siendo más perfectas (rápidas, complejas) que los seres humanos, los conflictos entre ellas se multiplicarán más rápido y de forma mucho más compleja, con lo que su AntiSingularidad crecerá más que en el caso de la Singularidad Humana.

Bien podríamos imaginar que en este escenario, las máquinas desarrollarían envidia al vernos a nosotros, que como criaturas limitadas también tenemos nuestros conflictos acotados en algún punto, sin llegar a niveles que para ellas podrían ser inmanejables. Y quién sabe si al final, las máquinas superinteligentes decidieran que no pueden vivir sin nuestra ayuda, porque serían los seres humanos quienes posibiliten que se regulen ellas entre sí de alguna forma, y no al revés.

Más allá de este punto, solo podemos especular. Apenas somos capaces de evaluar la Singularidad Tecnológica, vislumbrar la Singularidad Humana, considerar la AntiSingularidad. Nos supera intentar imaginar cómo las Singularidades Tecnológica y Humana querrán contener a la AntiSingularidad que ellas mismas generarán.

Pero estamos en condiciones de plantear una Singularidad más, indispensable para poder entender y convivir con las tres que ya mencionamos.


>>> SINGULARIDADES 5: La SuperSingularidad o Singularidad de Pensamiento



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